La química moderna
ha refinado las materias primas, así como la técnica, pero la fabricación del
jabón es básicamente igual que hace dos mil años, en una reacción química
llamada saponificación, un ácido graso (de origen animal o vegetal) se combina
con una solución de agua y de un álcali (hidróxido de sodio o de potasio) para
producir jabón y glicerina.
El aceite y el agua no se mezclan. Esto supone un
problema para los fabricantes de jabón cuando se añade una solución de lejía a
las grasas, porque todas las reacciones químicas requieren que los dos
reactivos estén en contacto. Las grasas y los aceites se componen de
triglicéridos, tres moléculas de ácidos grasos unidas a una molécula simple “axial”
de glicerol en una configuración que se parece vagamente a la letra E
mayúscula. Estos triglicéridos son moléculas fuertemente cohesionados, pero
incluso las grasas y los aceites más puros contienen siempre una pequeña
proporción de ácidos grasos libres, es decir, cadenas de ácidos no unidas a las
moléculas de glicerol. Cuando se añade una solución cáustica a una grasa, la
saponificación se produce en primer lugar entre estos ácidos grasos libres y el
álcali.
Se forman así pequeñas cantidades de jabón. El
jabón es un emulsor excelente. La cantidad de cuajo de jabón que se forma al
principio por la reacción entre los ácidos grasos libres y el álcali emulsiona
la grasa no saponificada disgregándola en pequeños glóbulos. La grasa
dispersada tiene una superficie de contacto mayor entre la grasa y el álcali y
la saponificación se produce con mayor rapidez.
Se completa la saponificación
cuando todo el álcali presente ha reaccionado con todo el ácido graso disponible.
Además de producir jabón, esta reacción proporciona glicerina, que deriva de la
molécula de glicerol liberada. La glicerina suele separarse del jabón
comercial, junto con la sal común, y luego se vende como materia prima. El
jabón artesanal conserva la glicerina, que aporta propiedades emolientes al
producto final.
El jabón tiene una naturaleza muy
contradictoria; tiene una especie de “cabeza”, compuesta de sodio o potasio
(extremo hidrófilo), y una “cola” que consiste en una cadena de ácidos grasos
(extremo hidrófobo). La eficacia del jabón como agente limpiador procede
directamente de esta contradicción, puesto que el jabón actúa como
intermediario entre dos sustancias radicalmente incompatibles, el aceite y el
agua.
Cuando el jabón se ha disuelto en
el agua, las moléculas del jabón afines a los aceites son atraídas por las
manchas de suciedad de la piel o de las telas y forman un http://www.revista.unam.mx/vol.15/num5/art38/
Una molécula de jabón, la cabeza roja con carga interactúa con el agua, mientras que la cadena azul sin carga se mezcla con las grasas o aceites.
anillo alrededor de las partículas llamado micela. Estos compuestos hidrófobos
descomponen la partícula en pequeños glóbulos. Mientras, las mitades hidrófilas
de las moléculas estiran hacia fuera, hacia el agua de la pila o de la
lavadora. La acción limpiadora del jabón es así un proceso de doble efecto: una
disgregación, ya que los extremos hidrófobos rodean y emulsionan la suciedad, y
un drenaje de agua sucia, puesto que los extremos hidrófilos estiran hacia el
agua de alrededor.
Todos los jabones de verdad, ya sean líquidos o
sólidos, se originan por la reacción de un álcali sobre los ácidos grasos. Del
hidróxido de sodio y los ácidos grasos se obtiene una pastilla de jabón dura
debido a la cristalización del sodio. En realidad sólo se ven cristales cuando
se mira una pastilla de jabón; la pastilla es opaca porque los cristales hacen
que las ondas de luz reboten contra la superficie.
Las pastillas de jabón transparentes también tienen
una base de sodio, pero se puede ver a través de ellas porque los cristales de
jabón se han disuelto con disolventes como el alcohol, la glicerina o el
azúcar. Las ondas de luz atraviesan la pastilla, dando al jabón un aspecto
transparente.
http://www.revista.unam.mx/vol.15/num5/art38/
http://biblioteca2.ucab.edu.ve/anexos/biblioteca/marc/texto/AAD5061.pdf
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